-Yo no escogí enamorarme de ti, pero la primera vez que te besé, nuestros dientes se rozaron por una milésima de segundo y fue increíble. Y la hora exacta de ese beso, eran las 12:10, y quité la pila del reloj para que se quedase la hora detenida para siempre. Parada. El minuto exacto en el que me besaste está metido en un reloj. Para siempre. Y ya nunca sé qué hora es. Pero me da igual. Y desde entonces miro constantemente el reloj. ¿Sabes lo que me gustaría? Estar tumbado contigo, sobre la hierba, mirando la luna esa naranja que hay algunas noches de verano, y que empezara a nevar, y sentir los copos en la cara, y tu mano.
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